Ganas de bailar me sobraban.
Me encantaban las fiestas, y hacía ya mucho que no ib a una. Además, la mascarada de verano aún estaba bastante lejos como para esperar a ella.
Con esas dos razones planteadas, me dije a mí misma: ¡Báh, qué más da! ¡Esta noche salgo!
Me duché y luego me arreglé. Me puse una musculosa dorada brillante, bien llamativa, una minifalda de jean negra y unas sandalias de taco medio, ni muy altas ni muy bajas, negras también. Dejé mi cabello suelto, había formado ondas muy bonitas, que le daban a mi rostro una apariencia más viva. Complementé mi atuendo con unos aretes redondos, apenas más gruesos que los que solía usar, dorados también.
Me maquillé a mi estilo y luego bajé las escaleras.
Allí me esperaba Frederick, que me informó que el coche estaba listo para partir. Sonreí amistosamente y salimos por la puerta del frente, bajé las escalerillas y allí estaba la limusina, esperándome.
Frederick se apresuró a abrirme la puerta y subí.
El motor se puso en marcha, y ya podía sentir la emoción y la adrenalina del baile correr por mis venas. Esa noche, me iba a divertir.
Bajé del auto cuando la puerta volvió a ser abierta. Sonreí al ver al boliche que frecuentaba, el único de Forget, con sus luces y la música que hacía vibrar las paredes.
Ingresé al lugar, abriéndome paso entre la multitud de jóvenes que había allí, y me dirigí a la barra. No acostumbraba a tomar cosas fuertes, por lo que pedí una simple cerveza, de calidad, claro.
Cuando el barman que me atendió me la dio, me guiñó un ojo disimuladamente. Le devolví una sonrisa un poco forzada, puesto que no era mi tipo.
Bebí un sorbo, a la vez que observaba a mi alrededor, buscando a alguien conocido, y a la vez, a algún chico que valiera la pena.